Como el diente de león

¡Que más quisiera yo que tener siquiera alguna de sus cualidades!

Pero ya que no, quisiera parecerme al diente de león en que quien le conoce; le valora, le aprecia y le puede utilizar en su beneficio.

Aunque yo no pueda contribuir a la mejora de la salud, ni aportar nutrientes al cuerpo; me propongo, de manera similar a como el diente de león dispersa las cipselas (en mi caso, palabras escritas) con ayuda del viento; (en este mi caso, etéreo, subliminal o virtual); con la ilusión, esperanza y confianza de que sirvan a alguien, en algún momento, para mejorar la salud de su espíritu; ya sea de manera positiva, porque haya encontrado algo que le reconforte; o negativa, reafirmándose en su opinión contraria, lo cual también puede satisfacer.

martes, 12 de enero de 2016

Los Reyes Magos no son una cabalgata.



Los RRMM  no viajaron para rendir homenaje al hijo de Dios. Siguieron la estrella para homenajear al nuevo Rey de Israel, según ellos creían. No voy a transcribir el Evangelio que cualquiera puede leer.

Eso es la esencia. La Biblia no cambia en lo esencial. Puede haber ligeros matices o giros debido a las sucesivas traducciones y adaptaciones a las diversas lenguas; y al estilo, conocimientos y concepto interiorizado por los traductores; pero eso no cambia el fondo de la historia.

Otra cosa es la Fe. Puede creerse, o no, que Dios había venido anunciando por medio de los profetas que nacería ese niño, que sería hijo suyo y donde y cuando nacería. Se puede creer, o no, que a María y a José les reveló Dios el Misterio, por medio de Ángeles y que los libró de Herodes de la misma manera.

Los Cristianos Católicos lo creemos; o como poco, queremos creerlo; y así lo manifestamos en nuestro Credo. Y aunque no seamos santurrones, o ni siquiera practicantes metódicos y sólo acudamos a puntuales ceremonias tales como funerales, matrimonios, o bautizos; la transmisión oral dentro de la familia o por la catequesis es bastante para fijar unas normas de conducta, que constituyen la base de la moral y la ética cristianas, que simplificamos en tratar a nuestros semejantes como a nosotros mismos.

Los demás Cristianos, en esencia, vienen a ser como los Católicos. Hay discrepancias en la valoración de los ritos (transubstanciación, consubstanciación), en algunos dogmas de fe como la virginidad de María o la inexistencia del Purgatorio; o, pongamos por caso, el rechazo a la confesión de los pecados por medio de un intermediario entre el pecador y su Dios.
Todas estas discrepancias son accesorias y producto de las convenciones humanas.

La Religión se enseña y se aprende en los hogares. La familia enseña la Religión. Principalmente las madres de manera imperceptible, cuando con ese cuidado exquisito con que tratan a sus hijos; los cuidan y guían en sus primeros pasos; los enseñan a hacer pis, o a lavarse las manitas; los enseñan a hablar.
Cuando saben hablar, estimulan su cerebro introduciendo nuevos vocablos en el diálogo con sus hijos; de la forma mas delicada y sutil.
Esta interacción madre-hijo, que se produce de una manera solo perceptible por ambos, y que la madre realiza instintivamente, guiada únicamente por el amor que le profesa, va desarrollando al hijo. El cachorrito, curioso por naturaleza, pregunta a la madre; y, esta, con sus respuestas le abre el abanico del conocimiento. Le motiva para que use la imaginación y se introduzca en el ámbito de lo abstracto.

Para ello, y para transmitirle confianza y seguridad frente a los primeros miedos, utiliza un remedio infalible: recurre a lo intangible pero favorable y benigno. Le habla de personajes buenos que cuidan a los niños; que están siempre presentes, aunque no se vean. Le habla de ángeles, de otro niño como él pero muy poderoso y muy bueno, que le va a cuidar cuando no esté su madre cerca. ¿Que está haciendo la madre? Le está enseñando a rezar. Está construyendo los cimientos de una Religión.

Luego seguirá con los cuentos. Introducirá a su hijo en el mundo de la fantasía. Le hablará de duendes, de hadas, de magos... y de ogros y de brujas. De animales fantásticos, de hechos maravillosos... le contará fábulas e historias. De ratitas presumidas, sastrecillos valientes, caperucitas o cenicientas.

Y le contará la historia de la Humanidad, con los hechos que son comunes a todos los hombres y mujeres: el padre ciego al que cura su hijo con las agallas de un pez; el hombre mas fuerte de su pueblo que tenía la fuerza en su pelo y se lo cortó su esposa; la mujer que por curiosa se hizo estatua de sal, las ciudades arrasadas por el fuego porque sus habitantes no eran buenos; el hombre que construyó una barca tan grande que cabían todos los animales del mundo...

Cuando el niño vaya a la escuela, aprenderá a leer. Su curiosidad le llevará a profundizar en el conocimiento. Pero la religión ya la lleva aprendida de casa. (Como dice Rajoy de la gestión política) La esencia, lo esencial, ya lo sabe. Ha tenido las mejores maestras: su madre y su familia.
Y eso, no se lo borra nada ni nadie. Ni que adelanten la edad de escolarización, ni que prohíban las catequesis y las clases de religión. Ni que potencien otras religiones como la que nos considera "Gentes del Libro" por ser monoteístas, aunque con otras diferencias.

Ni que cambien los trajes a los personajes o cambien los personajes. Ni que las fiestas religiosas que sustituyeron a las paganas sean transformadas en celebraciones mundanas.
Es como pretender imponer un idioma a un pueblo que tiene el suyo propio. A mayor presión, mas resistencia. Cuanto mayor impedimento, mas interés y dedicación a conservar lo propio aunque sea en la clandestinidad. Esto ya lo ha soportado el Cristianismo en otras épocas.

En estos tiempos que vivimos en el ámbito que nos ha tocado, la sociedad en general, la gran mayoría de los individuos, ha alcanzado un grado de bienestar tal, que hasta los mas desfavorecidos por la fortuna, tienen a su alcance recursos que les facilitan la vida en gran manera.

No pretendo iniciar un debate político sobre la veracidad de esta afirmación o sobre las carencias que una parte de los individuos de esta sociedad puedan tener o sobre las causas que producen esos efectos. Sin entrar en ese coto, para llegar a donde voy me basta con la primera consideración.

Y a donde quiero llegar es a que, debido al grado de bienestar que nos rodea, nos hemos convertidos en auténticos materialistas, epicúreos y hedonistas. Hasta tal punto, que se da mas importancia a la forma que al fondo. Reina la apariencia y no la esencia.
Expresado de manera mas gráfica: damos por buenas las nueces si se ven limpias y pulidas sin tener en cuenta que no las queremos para adornar, sino como alimento; y que con esa finalidad, lo que importa es que estén sanas y no vanas.

Este materialismo que invade nuestras mentes, nos lleva a un estado similar al que se dice que tenemos cuando estamos enamorados. Es como una niebla extendida por el interior de nuestro cráneo, que nos impregna la sesera y nos hace percibir una realidad edulcorada. Un efecto similar al que dicen que producen las drogas, aunque no tan intenso ni pernicioso. Pero que a diferencia de ellas, cuyos efectos son pasajeros, esto que nos invade es permanente.

Y así como el enamorado ve todo de color rosa, los impregnados por el materialismo ven todo multicolor. No ven o ignoran con desdén los grises y lo negro. Se olvidan de que hay otras realidades.

Cuando yo era niño, vivía en un pueblo serrano. La época que me tocó vivir en mi infancia, fue la de una España autárquica, a caballo entre la época del racionamiento y los primeros años posteriores.
Entonces no estábamos los niños para cabalgatas, porque tampoco lo estaban los adultos ni los Ayuntamientos.
Soy consciente de que hoy, ahora, hay niños que viven en esas condiciones y peores y mucho peores. Yo no conocí el caballo negro de los cuatro del Apocalipsis. (La generación anterior, había conocido a los caballos bayo y rojo y la mitad de ellos no conocieron al caballo blanco). No lo conocí y doy gracias al Cielo. Pero muchos otros niños si que conocieron al caballo negro. Igual que hoy, otros niños lo conocen, como conocen a los caballos bayo y rojo. El caballo blanco no abunda y pocos alcanzan a verlo.

Los niños españoles de entonces, como muchos otros niños de hoy en muchos sitios, no necesitábamos  cabalgatas, sino alpargatas. ¡Ah! Pero creíamos en los RRMM. Los RRMM estaban en nuestra imaginación, en un ámbito etéreo, abstracto. Porque la historia, los hechos acontecidos no eran considerados como tales. Habían trascendido a esa otra realidad. A una realidad virtual.

Eso es grandioso, maravilloso. Cada niño tenía una visión de los RRMM personal e intransferible. No como ahora, que todos los trasladan a su memoria, como se los presentan. Porque se los enseñan. Son reales, están ahí. Ya no fantasees imaginando como serán. No te esfuerces. Ya te decimos nosotros como tienes que verlos.
Es como leer un libro y construir en tu imaginación y memoria tu propia versión del relato o ver una película basada en ese libro que anula cualquier otra realidad que pudieras suponer. Conoces la versión del director de la película. Renuncias a conocer cualquiera de las infinitas versiones que puede brindar el libro. Entre ellas, tu propia versión.

Por todo lo dicho, no doy mas importancia a las cabalgatas, que la que supone un acto festivo sin mayor transcendencia. Un desfile de elementos multicolores, edulcorados, que disfrazan y ocultan la verdadera realidad, la esencia.

Un pretexto mas para promover el consumo masivo. En este caso, principalmente de juguetes. Desde este punto de vista, tienen un pase las distintas versiones de cabalgatas de RRMM.

Lo que tienen que saber los niños es que eran personajes singulares, importantes y sabios, puesto que observaban el cielo y distinguían estrellas, planetas y cometas. Que estaban informados.
Que se produjeron unos hechos extraordinarios y concluyeron que iba a nacer otro personaje tan extraordinario, o mas, que ellos mismos y que fueron a ofrecerle lo mejor de lo mejor que tenían para mostrarle su respeto. Ellos creían que era un nuevo Rey de la Tierra (de lo tangible) y no sabían que estaban equivocados. Era el nuevo Rey de un ámbito trascendente. De lo intangible, lo abstracto, lo etéreo.
Porque un niño, para vencer sus primeros miedos, debe creer que el niño al que reza, al que invoca, tiene un inmenso poder y puede protegerle de cualquier peligro. Esa es la esencia para mi. Ese su significado. Esa su finalidad.

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